El Arte de la Palabra

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I. La imaginación: William Blake
De “Filosofías del underground”, Luis Racionero.
Ed. Anagrama, Barcelona. 5° edición, 1987.

En 1969, a raíz de los sucesos de “People’s Park” el poeta beat Allen Ginsberg dio un recital en Berkeley, al que asistió quien esto escribe. Cuando le pregunté por qué la mitad de su recital habían sido poemas de William Blake, Ginsberg me puso sobre la pista de Blake, explicando que Blake era el primer poeta de la genealogía ‘beat’. Segín Ginsberg: “Estamos bloqueados de nuestras propias percepciones. Las puertas de la percepción se han cerrado, los umbrales de sentimiento sellados, los senderos de la sensación obstruidos, los caminos de la imaginación tapiados, los campos de la consciencia cubiertos de polución”. Blake dijo que nuestros cinco sentidos han sido cerrados de tal modo que nos estamos “moviendo en mundos no realizados”; por eso acierta William Burroughs cuando compara al ejecutivo de nuestros días con una “cinta magnetofónica ambulante”. Ginsberg declara que su poesía nace de Blake, el cual, según él, es el primer poeta moderno porque se dio cuenta de los efectos opresores del racionalismo y el cientificismo indiscriminados. Blake fue el primero que, en medio del entusiasmo y la admiración por al ciencia y la tecnología de la revolución industrial, denunció el esclavizamiento físico que traerían los “oscuros molinos satánicos” y la esclavización mental que causaría la “visión única y el sueño de Newton”. Blake fue el primero en cuya obra la liberación mental y la social están inseparablemente tratadas. Ginsberg que, como Blake, no concibe la una sin la otra, reivindica la enorme influencia de Blake en el pensamiento del underground.

El concepto básico en Blake es la imaginación, facultad que el racionalismo margina. Así como el racionalismo es la capacidad de concatenar y relacionar conceptos, la imaginación es la capacidad de inventar conceptos, de crear imágenes. Esta facultad no sigue las reglas del pensamiento racional y por tanto es marginada en la cultura racionalista. Sin embargo es una facultad vital para el progreso mental, ya que inventa lo que aún no existe, sacándolo del limbo de las posibilidades y convirtiéndolo en un proyecto de realización que, en algunos casos, llega a materializarse en la práctica.

Romanticismo y Revolución industrial

         Para los románticos había dos frentes que atacar en la organización social nacida de la Revolución Industrial: por un lado el capitalismo, que era la explotación material del hombre por el hombre; y por otro el racionalismo, que era la opresión mental del hombre por el hombre. En este sentido hay que entender a Blake cuando decía: “Debo crear un sistema o ser esclavizado por el de otro hombre. No me interesa razonar o comparar: lo mío es crear”. Por esto los románticos, en el nivel material, proponían la descentralización de las fábricas en talleres pequeños, para evitar la maquinización y la explotación del hombre; y proponían también, en el nivel mental, la imaginación como forma de liberar al individuo de la masificación y opresión mental del racionalismo. La imaginación es la facultad que fomenta y acentúa la individualidad, la originalidad y diversidad. Era para los románticos el medio para combatir la mecanización mental de la persona humana, lo que luego Marx llamaría alienación.

        Para liberar al hombre de la alienación los románticos propusieron el uso de una nueva mezcla de facultades humanas en la que se diera mayor preponderancia a la imaginación. Así Shelley, en su Defensa de la Poesía afirma: “Para que un hombre sea honesto debe imaginar intensamente y con amplitud; se debe poner en el sitio del otro y de muchos otros; debe hacer suyas las penas y los placeres de su especie. La imaginación es el gran instrumento del bien, y la poesía colabora a sus efectos actuando sobre ella… Pero los poetas han tenido que entregar su liderazgo único a racionalistas y mecanicistas. Aunque se admite que el ejercicio de la imaginación es muy agradable, se afirma que la razón es más útil. Pero en tanto que el mecanicista construye y el economista combina trabajo, deberían cuidar de que sus especulaciones, por falta de correspondencia con los principios de la imaginación no acabaran como en Inglaterra, haciendo al rico más rico y al pobre más miserable. Tales son los efectos que siempre seguirán al ejercicio indiscriminado de la facultad de cálculo”.

       El propio Shelley, en sus notas al poema “Queen Mab”, cincuenta años antes de Marx, escribía: “No existe riqueza sino en el trabajo humano. Si las montañas fuesen de oro y los valles de plata, el mundo no sería más rico en un grano de maíz, ni se añadiría confort a la raza humana. No hay mayor evidencia de los extendidos y radicales errores del hombre civilizado que este hecho: los trabajos esenciales para su supervivencia se menosprecian; los empleos son lucrativos en razón inversa a su necesidad: el joyero, el actor, el modisto, ganan fama y riqueza, mientras el agricultor, sin el cual la sociedad cesaría de existir, se debate entre el desprecio y la penuria. No insultaré al sentido común insistiendo en la doctrina de la igualdad natural del hombre. El trabajo es necesario para el desarrollo físico, y el ocio para el desarrollo moral del hombre; de las ventajas del primero están excluidos los ricos y de las del segundo los pobres. El que es deficiente en salud o en intelecto es sólo medio hombre. Por tanto, someter a los trabajadores a un trabajo innecesario es privarlos injustamente de sus oportunidades de desarrollo intelectual. La riqueza es un poder usurpado por unos pocos para forzar a la mayoría a trabajar para ellos. Las leyes que sostienen este sistema derivan su fuerza de la ignorancia y credulidad de sus víctimas. Según ha calculado Godwin, si la sociedad dividiera el trabajo por igual entre sus miembros, todas las necesidades de una vida civilizada podrían producirse sólo con que cada persona trabajar dos horas diarias”.

            Aunque hoy día algunos opinen lo contrario, el romanticismo, no sólo fue un estilo lírico de expresión individual, sino también un movimiento cargado de intencionalidad de cambio social, un cambio a conseguir tanto por la modificación de las condiciones materiales, como por la alteración de las condiciones mentales. En ese sentido el romanticismo fue un intento de Revolución Cultural. El marxismo se propuso solamente el cambio de las condiciones materiales, y por eso, como este objetivo es necesario, pero no suficiente para liberar al hombre, el marxismo no ha resuelto aún los problemas de la Revolución Industrial. Porque el marxismo, que por un lado combate las condiciones materiales del capitalismo, acepta por otra las condiciones mentales que hicieron posible ese capitalismo, que son el racionalismo cartesiano y el monopolio del conocimiento por el método científico. Al no atacar las estructuras mentales racionalistas del capitalismo, el marxismo no elimina la opresión mental del hombre por el hombre y en vez de conseguir una sociedad individualista, liberada y llena de diversidad, reproduce el mismo tipo mental masificado, conformista y no imaginativo del capitalismo.

            Debido al fracaso del intento de liberación mental que iniciaron los románticos, en Occidente aún no se ha realizado la Revolución Cultural que se necesita para elevar el nivel moral de la sociedad a la altura de su tecnología. En China se ha intentado una Revolución Cultural, en Europa hace siglos que se necesita. La cultura europea está neurótica porque tiene una esquizofrenia al cuadrado. Los griegos partieron al hombre en cuerpo y cabeza, emociones y razón; los cristianos en cuerpo y espíritu. El actual animal racional que pulula llenando la vida de despropósitos es el producto de dos esquizofrenias, helenismo y cristianismo, cada uno de los cuales es a su vez esquizofrénico.

            La psicoterapia de una cultura es la Revolución Cultural. La Revolución Cultural va dirigida a cambiar las mentes y los cuerpos, para crear un hombre entero, sano. El Renacimiento fue la primera Revolución Cultural europea; intentó curar la esquizofrenia entre helenismo y cristianismo fusionando ambos: la Contrarreforma lo impidió. Intentó también curar la esquizofrenia entre emociones y razón fusionando magia y ciencia: los racionalistas cartesianos y newtonianos lo impidieron. El hombre universal del Renacimiento, pagano, cristiano, artista, científico y mago, como Leonardo, fue abortado por la Contrarreforma jesuítica y la ciencia racionalista.Su nacimiento es una necesidad pendiente aún para Europa, su nacimiento será el nacimiento de una nueva cultura.

            El Romanticismo fue el segundo intento de Revolución Cultural, plateado esta vez en Inglaterra después de la Revolución Industrial. El Romanticismo es revolucionario porque ataca las raíces mismas del autoritarismo que ahora sufre Occidente. El autoritarismo no se da sólo en política, es también la cadena de producción en serie, la burocracia despersonalizada, la organización gigantesca, la planificación central cibernética, la educación especializada, el diseño funcionalista, el arte abstracto, el positivismo lógico. Todas estas formas de actuar son fascistas, porque reducen la diversidad, el individualismo, el erotismo, la espontaneidad. Los románticos vieron claramente que cosas no directamente políticas como la fábrica, la ciencia, la burocracia, estaban impregnando la cultura de un autoritarismo que se iba enraizando en todos los niveles, y declararon que el origen de este fascismo cultural estaba en la visión del mundo y la mentalidad del racionalismo científico.

         La genealogía del fascismo se pierde en las brumas de la mitología: se inicia en el monoteísmo judío, prosigue en el cesarismo romano, reaparece en la ley natural de la filosofía medieval y en el poder eclesiástico de las llaves, se reencarna en la generalización de las ecuaciones matemáticas y leyes científicas, en la reglamentación del método científico, se mete luego en las ciencias sociales en forma de conductismo y por último reprime el erotismo y convierte el entorno físico en yermo perceptual en forma de muebles funcionales blancos, rectilíneos y asépticos como pelos rapados, de arquitecturas racionalistas “caja de zapatos”, de cuadros abstractos, músicas concretas y páramos conceptuales.

      La uniformización, la eliminación de la diversidad, espontaneidad, erotismo e individualismo, la falta de imaginación, la abstracción, son las causas mentales del fascismo; los románticos sabían esto. Blake fue el primero que lo intuyó y lo dijo.

            En estos tiempos en que parece necesario plantearse el tercer intento occidental de Revolución Cultural, bueno es mirar el programa del Renacimiento y del Romanticismo, para ver que se propusieron y por qué no lo lograron. Por eso interesa William Blake. 




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(Por esas casualidades de la literatura... FTP no es el único)

II. Terrorismo poético
De “Caos. Anarquismo ontológico”, Hakim Bey.

Bailes inverosímiles en cajeros automáticos nocturnos. Despliegues pirotécnicos ilegales. Land art, obras terrestres como extraños artefactos alienígenas desperdigados por los Parques Naturales. Allana moradas pero en vez de robar, deja objetos poético-terroristas. Secuestra a alguien y hazlo feliz. Elige a alguien al azar y convéncele de ser el heredero de una inmensa, inútil y asombrosa fortuna –digamos 5000 hectáreas de Antártida, o un viejo elefante de circo, o un orfanato en Bombay, o una colección de manuscritos alquímicos. Al final terminará por darse cuenta de que por unos momentos ha creído en algo extraordinario, y se verá quizás conducido a buscar como resultado una forma más intensa de existencia.

Instala placas conmemorativas de latón en lugares (públicos o privados) en los que has experimentado una revelación o has tenido una experiencia sexual particularmente gratificante, etc. Ve desnudo como un signo.
Convoca una huelga en tu escuela o lugar de trabajo sobre las  bases de que no satisfacen tus necesidades de indolencia o belleza espiritual.

El arte del graffiti prestó cierta gracia a los lados subterráneos del metro y a los rígidos monumentos públicos; el TP también puede ser creado para lugares públicos: poemas garabateados en los lavabos del juzgado, pequeños fetiches abandonados en parques y restaurantes, arte en fotocopias bajo el limpiaparabrisas de los coches aparcados, consignas en letras grandes pegadas por las paredes de los patios de recreo, cartas anónimas enviadas a destinatarios conocidos o al azar (fraude postal), retransmisiones piratas de radio, cemento fresco…

La reacción el choque estético provocados por el TP en la audiencia han de ser al menos tan intensos como la agitación propia del terror –asco penetrante, excitación sexual, asombro supersticioso, angustia dadaesca, una ruptura intuitiva repentina,- no importa si el TP va dirigido a una sola o muchas personas, no importa si va “firmado” o es anónimo; si no transforma la vida de alguien (aparte de la del artista) es que no funciona. 

El TP es un acto en un Teatro de la Crueldad [1] que no tiene ni escenario, ni filas de asientos, ni localidades, ni paredes. Con objeto de que funcione en absoluto, el TP debe desvincularse categóricamente de toda estructura convencional de consumo de arte (galerías, publicaciones, media). Incluso las tácticas de guerrilla situacionistas de teatro callejero resultan ya demasiado conocidas y previsibles.

Una seducción exquisita –conducida no sólo por la causa de la mutua satisfacción sino también como acto consciente en una vida deliberadamente bella- puede ser el TP definitivo. El terrorista P se comporta como un estafador cuyo objetivo no es el dinero sino el CAMBIO [2].

No hagas TP para otros artistas, hazlo para gente que no repare (al menos por un momento) en que lo que has hecho es arte. Evita las categorías artísticas reconocibles, evita la política, no te quedes a discutir, no seas sentimental; se implacable, arriésgate, practica el vandalismo sólo en lo que debe ser desfigurado, , haz algo que los niños puedan recordar toda la vida –pero no seas espontáneo a menos que la Musa del TP te posea-.
Vístete. Deja un nombre falso. Se legendario. El mejor TP está contra la ley, pero que no te pillen. Arte como crimen; crimen como arte.


[1] “Lo que el público busca fundamentalmente en el amor, el crimen, las drogas, la insurrección, la guerra; es el estado poético, un estado trascendente de vida. El Teatro de la Crueldad ha sido creado para devolver al teatro una concepción de la vida apasionada y convulsiva; y en ese sentido de violento rigor, de extrema condensación de los elementos escénicos, ha de entenderse la crueldad de ese teatro. Esa crueldad que será sanguinaria cuando convenga, pero no sistemáticamente, se confunde pues con una especie de severa pureza moral que no teme pagar la vida al precio que ella exige”. (Segundo manifiesto del Teatro de la Crueldad, A. Artaud)  
[2] En el original CHANGE, CAMBIO como ‘transformación’ y como ‘monedas sueltas’.


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III. La retórica de la crisis
de Alan Mills,
revista Humboldt, publicación del Goethe-Institut (Mayo 2011)

(...) Cuando fracasan las estrategias disponibles de decodificación de la realidad, se opta por el movimiento, por desplazarse, por enfrentar la situación crítica desde otro lugar. El nuevo espacio obliga a la reinvención, al uso creativo de materiales ineditos y a la reorganización lúdica de los propios escombros.

(...)

El arte permite vislumbrar la belleza de un escenario que escapa radicalmente a nuestro control. El artista proporciona las herramientas para que la comunidad descubra en el caos la presencia de esas nubes cargadas de aguas torrenciales y truenos, formando al mismo tiempo un caleidoscopio donde conviven el placer y la armonía. El arte desarrolla y profundiza los aspectos que las diversas crisis revelan y dejan a la luz. La obra de arte nos permite experimentar al tiempo en su inmarcesible misterio.

(...)

Porque es el lector  quien organiza con su mirada ese sistema caótico llamado libro; de lo cual se podría inferir la siguiente analogía social: una crisis es grave cuando no conseguimos atisbar los mecanismos para su lectura.

La crisis, en términos sociales sobreviene cuando los ciudadanos dejan de percibir un derecho, o un beneficio previamente adquirido, pero también cuando el cuerpo social ha avanzado a una velocidad mayor que la de la institucionalidad política La magnitud, las dimensiones y las particularidades de cada crisis están determinadas y son mediadas por la cultura, e incluso se podría decir que la cultura es la propia expresión de la crisis de un entorno determinado, pues incorpora los mecanismos imaginarios que la comunidad elabora para trascender sus momentos de caos y su primitiva pulsión de muerte.

(...)

La retórica de la crisis mundial (incluyendo sus variantes apocalípticas) es asimismo un dispositivo ficcional colectivo que busca asimilar de algún modo los desajustes generados por el choque de clases en un marco de cosmogonías y formas de vida heterogéneas. La psique colectiva asimila lo complejo y caótico de nuestras organizaciones sociales a través de la retórica de la crisis, diseñada en buena medida desde los centros de poder, pero alterada a través de las más diversas transacciones culturales.
Quizás lo que llamamos crisis sea la emergencia de varios pasados, determinando la forja del presente y la proyección global del futuro: a narración dela historia es cada vez menos susceptible de ser pensada como un relato con un único inicio.

"En lugar de recurrir a la ciencia para impedir que el mundo se acabe, necesitamos mirar hacia nosotros mismos y aprender a imaginarnos y a crear un nuevo mundo", dijo recientemente el filósofo esloveno Slavoj Zizek en un artículo cuyo título resulta estremecedor: "2010: el fin de la naturaleza".

Para crear un mundo nuevo (me gustaría pensar en "varios mundos nuevos"), primero hay que imaginarlo, parecer sugerirnos Zizek, actualizando la propuesta jamesoniana de producir ficción como una forma de crear utopías.

Quizás una crisis es un arquetipo que nos impulsa a leerlo todo de modo distinto: así, cuando la poetisa argentina Alejandra Pizarnik nos convocó a "mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos", a lo mejor nos estaba entregando una tecnología de transformación de la naturaleza y la realidad. La poiesis, es decir, la creación de algo que no estaba ahí, sería ejecutada cuando destruyésemos la mirada anterior, cuando "pulverizáramos nuestros ojos".

Inventarnos un nuevo mundo es inventarnos una nueva mirada. Aprender a leer como si nunca antes lo hubiéramos hecho, es en sí mismo la creación de un nuevo mundo. Leer la crisis como la oportunidad para inducirnos una mutación. Operar nuestro propio Apocalípsis; dirigir nuestra propia revelación.

Porque lo que vivimos como crisis es el producto de las bagatelas y hechicerías del mundo contemporáneo golpeando con contundencia nuestra capacidad de mirar el alma de la rosa.
Y en ocasiones hasta sentimos que la rosa no está ahí.


IV. Las órbitas de la poesía
de "Antología General", de Juan Ramón Jiménez
Hyspamerica ediciones Argentina, 1983


La poesía es algo divino, alado, gracioso, expresión del encanto y del misterio del mundo. No hay que asustarse de la palabra divino. Divina es toda la vida, porque divino quiere decir original, alada es toda la vida, porque el mundo vuela por el espacio; y graciosa es toda la vida, porque todo es puro milagro en la vida. 
Hoy concreto yo lo divino como una conciencia única, justa, universal de la belleza porque está dentro de nosotros y fuera también y al mismo tiempo. 
"Lo poético lo considero como profundamente religioso, esa religión inmanente sin credo absoluto"


La poesía es la antorcha que se recoge de una mano y se pasa a otra. Desgraciado del que se quede con la antorcha y del que no la reciba. La antorcha es la inspiración presente, que une la del pasado a la del futuro.
Como su expresión, la poesía es anterior a todo; es la Acción de Goethe, anterior al Verbo mismo; ya que creación no puede ser sino contemplación y recreación. Si no hubiera lengua, la poesía sería expresada en gestos, sonrisas, miradas, como en realidad hace el poeta mejor, que convierte las palabras en sentir o pensar libres y que rompe su vaso constantemente; algo así como una sien sensitiva que late.


Todo, mundo y hombre, gira en una órbita, y no hay más que una órbita para todo y para todos, la órbita del tiempo en el espacio. Y la órbita de la poesía es la vida misma, hombre y mundo. Girar en la órbita es poetizar, porque es metamorfosear en sucesión infinita. Si un poeta auténtico viviera siempre, su poesía sería siempre la misma y distinta siempre, en cada época; y eso es lo que es la poesía de los poetas mejores de cada época, poesía de todas las épocas, pues un poeta debe significar todo el pasado y todo el porvenir".


"¡No le toques ya más,
que así es la rosa!"